sábado, 14 de abril de 2012

Caminos de libertad

Para todos aquellos que luchan y desfallecen, caen y se vuelven a levantar...



El intento de concebir un orden social mejor que el caos cruel y destructivo en que la humanidad ha vivido hasta el presente no supone en absoluto ninguna novedad, sino que se trata de algo tan antiguo al menos como Platón, cuya República sirvió de modelo para las utopías de los filósofos posteriores.

Cualquiera que considere el mundo desde un ideal - tanto si se trata de algo intelectual como del arte, el amor, la simple felicidad o la suma de todo lo anterior- tiene que sentir una enorme tristeza por todos los males innecesarios que los hombres siguen tolerando y un deseo imperioso -cuando se trate de alguien lleno de vitalidad- de que logren alcanzar el bien que inspira su visión creativa

Este impulso ha constituido la principal fuerza motora de los padres del socialismo y del anarquismo, así como de los promotores en el pasado de otros ideales dirigidos al bien común. En este sentido, el socialismo y el anarquismo no han aportado nada nuevo. Su fuerza y originalidad consisten en la íntima conexión existente entre sus ideales y los sufrimientos actuales, mucho más profunda de lo que imaginaron sus solitarios pensadores. En ello radica su importancia y la amenaza para aquellos que, deliberada o inconscientemente, se benefician de los males actuales de nuestro sistema.

La inmensa mayoría de hombres y mujeres de hoy en día pasan por la vida sin criticar ni darse cuenta jamás de su propia situación o la del mundo en general. No piensan más que en el futuro inmediato y aceptan sin oponer resistencia el lugar que les asigna la sociedad, al igual que cuanto les va brindado cada día. Únicamente procuran, como los animales, la satisfacción de las necesidades del momento sin advertir que, de empeñarse en ello, podrían cambiar totalmente sus condiciones de vida

Las ambiciones personales hacen que algunos de ellos lleguen a situarse entre los miembros más privilegiados de la comunidad. Pero muy pocos se preocupan en serio de que todos tengan sus mismas oportunidades, salvo aquellas personas poco comunes y excepcionales que aman de tal forma a la humanidad que cualquier clase de mal, propio o ajeno, les resulta insoportable.Gracias a su capacidad de empatía , estos seres atípicos buscarán una salida, a través de las ideas primero, y de la acción, más tarde, para hallar un nuevo orden social donde el aumento de la riqueza y el goce de vivir supongan, al mismo tiempo, la disminución de ciertos males. 

En el pasado estos individuos no solían captar, sin embargo, el interés de las víctimas de las injusticias que pretendían erradicar. El temor a las represalias por parte de los poderosos ha sumido en la ignorancia y la indiferencia, ante los abusos y la explotación laborales, a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, cuya propia degradación moral los ha ido privando asimismo de autoestima. 

Tratar de crear en ellos algún tipo de conciencia o voluntad colectiva de mejora podría parecer, como de hecho solía serlo, una tarea imposible. No obstante, el mayor nivel educativo y bienestar de los trabajadores han propiciado unas condiciones más favorables que nunca para esta reconstrucción radical, demandada por socialistas y anarquistas.

Este maravilloso texto fue escrito por Bertrand Rusell -matemático, filósofo, lógico y premio Nobel de literartura- en 1918. Parece que fueron escritas ayer.

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