Imaginemos un país con democracia presidencialista , en el que es elegido un candidato perteneciente a un partido conservador.
Siguiendo con el ejercicio de imaginación pura, supongamos que aquél, al llegar al poder, observa la realidad del pueblo y que -sí, reconozcamos que hasta imaginar cuesta- decide orientar su política a paliar la lamentable situación de la ciudadanía (duplicar el salario mínimo, eliminar la ley contra el uso de anticonceptivos de emergencia, detener la privatización de empresas públicas y del sistema de salud, etc).
Supongamos que la clase política, la judicatura y demás élites del país sufren tal indigestión al observar las medidas promovidas por uno de los suyos que deciden -utilizando como argumento justificativo la celebración de un referéndum cuyo objetivo es que los electores decidan si la constitución es susceptible de ser reformada- asumir la voz del pueblo y, mediante un recurso tan antidemocrático como desgraciadamente habitual, echar a nuestro protagonista del poder y expulsarlo del país.
Imaginemos que el poder es asumido temporalmente por un personaje de turbio pasado y que la denominada comunidad internacional sufre una repentina ceguera que le impide actuar frente a la asonada.
Finalmente, y aún a riesgo de acabar exhaustos y agotar nuestra maltrecha capacidad imaginativa -algo que por otro lado no haría más que alegrar al habitante medio de Fantasía-, que ésta se propone, con la mirada distorsionada propia de quien empieza a recuperar la visión tras haber nacido privado de ella, solucionar la crisis mediante la redacción de un acuerdo (de San José ) por el cual el depuesto presidente debe aceptar el adelanto de elecciones, la amnistía de los delincuentes políticos y la renuncia al referéndum de reforma de la carta magna.
Tal vez, a fuerza de tanto imaginar, seamos presas de una especie de déjà vu y caigamos en la cuenta de que esta historia ya ha sido narrada .
Imaginemos que ese país se llama EEUU...
Las cosas, así explicadas, facilitan que hasta el más lego de nosotros se forme una opinión al respecto de una situación. En palabras del filósofo Mario Bunge:
"Hablan difícil porque no tienen nada que decir".
LLanuras, dirían unos. Honduras, contestarían otros. Para saber más.
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