Hace un par de semanas, mi amiga Marian me recomendaba una entrevista del genial José Luis Sampedro en la que denunciaba, con claridad y sencillez, y la lucidez y sabiduría que le otorga la experiencia, el estado del arte de este mundo que habitamos. Mi respuesta a la recomendación fue algo así como "93 años y sigue plantando cara... no tenemos derecho a no hacer nada".
El viernes pasado me hice con un ejemplar de ¡Indignaos!, una obrita de otro ilustre veterano, Stéphane Hessel, coétaneo casualmente de Sampedro, que he leído mientras tomaba un café. Si bien no aporta nada novedoso, no deja de ser chocante la capacidad de lucha y el inconformismo manifestado por este par de jóvenes (Autor y prologuista respectivamente) abuelos que dan toda una lección de coraje, vitalidad y activismo al seguir reclamando derechos y justicia, sabedores quizá de los sacrificios que su consecución han comportado y de lo efímeros y frágiles que se manifiestan ante la erosión.
De ¡Indiganos! me quedo con una idea que me rondaba hace tiempo la cabeza al interrogarme por la causa de nuestra inacción y pasividad y que Hessel expresa negro sobre blanco así:
"No tenéis las mismas razones, tan evidentes, para comprometeros. Para nosotros, resistir era no aceptar la ocupación alemana, la derrota. Era relativamente simple [...]"
No creo ser el único que en más de una ocasión ha maldecido a ese etéreo ente imaginario, tan de moda últimamente, llamado Dios Mercado, y que a este paso lleva camino de convertirse en un noúmeno imposible de ser aprehendido.
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